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las drogas sólo sirven para permitir que los complejos compuestos de información entren
en el cerebro. ¿No será que cierta información derivada de fenómenos externos se nos
imprime químicamente en el cerebro aunque haya cesado la actividad química de la que
depende el pensamiento consciente?
Además, si las energías se originan en mí, ¿por qué tenía que ser consciente de la
presencia de la Garra? Lo mismo podría decirse si la energía proviniese de la Garra. Sin
duda nuestra zozobrante invasión del recinto sagrado de las Peregrinas y el modo en que
Agia yyo salimos indemnes del accidente que mató a los animales podrían sustentar una
hipótesis semejante. De la catedral fuimos al Jardín Botánico y allí, antes de entrar en el
Jardín del Sueño Infinito, vi un arbusto cubierto de garras. Entonces yo creía que la Garra
era una gema, pero ¿no es posible que me lo hubieran sugerido? La mente suele
jugarnos estos trucos. En la casa amarilla encontramos tres personas que nos creían
presencias sobrenaturales.
Si el poder sobrenatural es mío (y sin embargo está claro que no), ¿cómo llegué a
tenerlo? He encontrado dos explicaciones, ambas muy improbables. Una vez hablamos
con Dorcas del significado simbólico de las cosas reales, que en las enseñanzas de los
filósofos representan cosas superiores, y en un nivel inferior son verdaderos símbolos.
Por tomar un ejemplo absurdamente simple, supongamos a un artista en una buhardilla
dibujando un melocotón. Si ponemos al pobre artista en el lugar del Increado, diremos que
el dibujo simboliza el melocotón, y por tanto los frutos de la tierra, mientras que la
reluciente curva del melocotón mismo simboliza la belleza madura de la femineidad. Si
una mujer tal entrara en la buhardilla del artista (improbabilidad que mantendremos en pro
de la explicación), sin duda no advertiría que la plenitud de sus caderas y la dureza de su
corazón están representadas también en esa cesta que hay en la mesa, junto a la
ventana, aunque quizás el artista no pueda pensar en otra cosa.
Pero si realmente el Increado está en el lugar del artista, ¿no es posible que
conexiones como éstas, muchas de las cuales los seres humanos no imaginan nunca,
tengan profundos efectos en la estructura del mundo, así como la obsesión del artista
colorea el dibujo? Si es a mí a quien toca renovar la juventud del sol con la Fuente Blanca
de que me han hablado, ¿no habré recibido casi inconscientemente (si la expresión
corresponde) los atributos de vida y luz que pertenecerán al sol nuevo?
La otra explicación que mencionaré es apenas más que una especulación. Pero sí,
como dijo el maestro Mahubius, aquellos que me juzguen en las estrellas me quitarán la
virilidad si yo fracaso, ¿no es posible también que me confirmen en un don de igual valor
si, como representante de la Humanidad, cumplo mi misión? Me parece que sería lo justo.
Si éste es el caso, ese don ¿no trascenderá el tiempo como lo trascienden ellos mismos?
Los hieródulos que conocí en el castillo de Calveros dijeron que yo les interesaba porque
obtendría el trono, pero ¿habrían mostrado tanto interés si yo hubiera sido un mero señor
de castillo, en una parte de este conti nente, uno de los tantos señores de castillo de la
larga historia de Urth?
En conjunto, pienso que la primera explicación es la más probable; pero la segunda no
es del todo inverosímil. Ambas parecen indicar que la misión que voy a emprender tendrá
éxito. Iré con buen ánimo.
Yno obstante hay una tercera explicación. No hay ser humano o casi humano capaz de
concebir mentes como las de Abaia, Erebus y los demás. Tienen un poder que excede la
posibilidad de comprensión, y sé que ellos nos aplastarían en un día si no fuera porque la
única victoria que toman en cuenta no es la aniquilación del otro, sino su esclavitud. La
gran ondina que vi era criatura suya, y menos que una esclava: un juguete. Es posible
que el poder de la Garra, la Garra tomada de algo que crecía tan cerca del mar, provenga
de ellos en última instancia. Ellos conocían mi destino tan bien como Ossipago, Barbatus
y Famulimus, y para que lo cumpliera me salvaron de niño. Cuando partí de la Ciudadela
me encontraron de nuevo, y en adelante la Garra torció mi trayecto. Tal vez esperen
triunfar elevando un torturador al autarcado, o a ese puesto más alto que el del Autarca.
Ahora pienso que es tiempo de referir lo que me explicó el maestro Malrubius. No puedo
avalar su veracidad pero creo que es cierto. No sé más que lo que consigno aquí.
Así como una flor se abre, deja caer su semilla, muere y se alza de la semilla para
florecer otra vez, así el universo que conocemos se difunde hasta la nulidad en el espacio
infinito, junta sus fragmentos (que a causa de la curvatura del espacio acaban por
encontrarse en el punto de partida) y de esa semilla florece de nuevo. Cada uno de estos
ciclos de florecimiento y declinación marca un año divino.
Tal como la flor que llega es igual a la flor de don de viene, el universo que llega
repite a aquel cuya ruina le dio origen; y esto es tan cierto para los rasgos más delicados
como para los más groseros. Los mundos que surgen no son diferentes de los que
perecieron, y están poblados por razas similares, aunque, lo mismo que de un verano a
otro la flor evoluciona, todas las cosas avanzan un paso diminuto.
En cierto año divino (un tiempo francamente inconcebible para nosotros, aunque ese
ciclo del universo no fue más que uno en una serie infinita), nació una raza tan parecida a
la nuestra que el maestro Malrubius no tuvo escrúpulos en llamarla humana. Se expandió
entre las galaxias del universo como se dice que hicimos nosotros en el pasado remoto,
cuando Urth fue por un tiempo el centro, o al menos el hogar y el símbolo, de un imperio.
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