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reduce los beneficios. Pero cuando las peleas resultan ser necesarias nos aseguramos
condenadamente bien de que la oposición no volverá a plagar nuestros libros de cuentas.
Usted ha pasado suficiente tiempo en la Comunidad, Latimer, y quizá en algún otro lugar
del territorio perteneciente a la civilización técnica, para certificar lo que le digo. El
mensaje que traigo es éste: Nuestros superiores están dispuestos a llegar a un acuerdo
con los vuestros. El momento y el lugar pueden arreglarse por cualquier enviado al
secretariado de la Liga. Pero, de momento, os aconsejo que permanezcáis alejados de
Beta Crucis. Estábamos aquí antes, nos pertenece, y nuestra flota destruirá a cualquier
intruso. Sugiero que me dejéis regresar a mi nave, que volváis a casa vosotros también y
lo penséis.
Latimer pareció sorprenderse aún más.
 Yo no puedo... dirigirme a él... de esa forma...
 Entonces no te dirijas a él  Falkayn se encogió de hombros.
Gahood bajó su poderosa cabeza, golpeó la cubierta con los pies y tronó algo.
 Pero, si quieres saber mi opinión, se está impacientando.
Latimer comenzó a hablar con el dathyno a trompicones.
Sospecho que estará matizando su traducción, pensó Falkayn. Pobre diablo. En la
Luna actuó atrevidamente. Pero ha vuelto a donde sólo es una propiedad, propiedad
física, mental, espiritual. Está peor de lo que estuve yo; ni siquiera necesita estar
encadenado por las drogas. No sé si habré visto alguna vez algo más triste. Pero una idea
formaba un fondo como un torrente sin voz: ¿No se arriesgarán y me dejarán marchar?,
¿o tengo que morir?
Gahood aulló. No fue una palabra, fue un ruido a secas que dolió en los tímpanos de
Falkayn. Los ecos resonaron. La criatura se lanzó contra la especie de barricada que le
protegía. Pesaba una tonelada, o más, con aquella gravedad, pero la inclinó hacia
delante. Apoyándose sobre ella, lanzó una orden atronadora. Latimer se lanzó, torpe a
causa de su traje espacial, hacia él.
Falkayn comprendió: Dejará que entre su esclavo, colocará la losa en su lugar y,
cuando los dos estén a salvo, le dirá al robot que me destroce. Matar al que le ha
insultado vale la pérdida del robot y de todos los tesoros de esta habitación...
El cuerpo de Falkayn reaccionaba ya. Estaba más lejos del arco y tenía que ser más
rápido que la máquina. Pero era joven, estaba en buenas condiciones físicas,
acostumbrado a llevar armadura espacial... y empujado por un fuerte amor a la vida. Llegó
a la losa al mismo tiempo que Latimer desde el otro extremo. Esta estaba en posición casi
vertical, con una abertura de aproximadamente un metro que comunicaba con la cámara
posterior. La airada bestia que la sostenía no se dio cuenta al momento de lo que había
sucedido. Falkayn se coló al mismo tiempo que el otro hombre.
Se echó a un lado. Gahood dejó que la losa cayese de nuevo en su posición inclinada y
se volvió para agarrarla.
 ¡Oh, no!  gritó . ¡Detenle, Latimer, o será la tercera hamburguesa aquí dentro!
El esclavo se lanzó sobre su amo e intentó forcejear para detenerle. El dathyno se
deshizo de él y le lanzó contra la cubierta. La armadura espacial resonó con un
chasquido; pero después la razón pareció volver a la desmelenada cabeza. Gahood se
detuvo en seco.
Durante un minuto aquello fue una composición. Latimer extendido sobre el suelo, bajo
las torcidas columnas de las patas de Gahood, con la nariz cubierta de sangre y
semiinconsciente. Después el Minotauro con los brazos colgando, el pecho jadeante, el
aliento tormentoso y mirando a Falkayn. El cosmonauta colocado a unos cuantos metros,
entre otra jungla de adornos bárbaros. El sudor pegaba su rubio cabello a su frente, pero
le sonreía a sus enemigos y agitaba la granada en lo alto.
 Eso es mejor  dijo . Eso es mucho mejor. Poneos en pie vosotros dos. Latimer,
aceptaré su arma.
En forma semiinconsciente, el esclavo cogió el arma que había dejado caer cerca de él.
Gahood puso uno de sus anchos pies sobre ella y rezongó una negativa.
 Bien..., quédatela entonces  concedió Falkayn.
El dathyno era rudo pero no idiota. Si Falkayn hubiese conseguido el arma, podría
haber matado a los dos sin condenarse a sí mismo. De esta forma tenían que llegar a un
compromiso. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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